Ray DeMarini era único. A los 40 años, jugar en el equipo de softball de su empresa se convirtió rápidamente en una auténtica obsesión por este deporte. Para convertirse en un jugador de softball competitivo en torneos, con 1,70 m y 68 kg, Ray sabía que tenía que entrenarse mejor para mantenerse entre otros jugadores corpulentos. Su enfoque científico del entrenamiento, una velocidad de bateo de 96 mph y una actitud altisonante le granjearon rápidamente la reputación de competidor salvaje entre los más grandes de su liga.
Una vez en el circuito profesional, Ray no tardó en ser descubierto por el productor y director de ESPN Erich Lyttle. Impresionado por sus conocimientos y su técnica, Lyttle contrató a Ray para presentar una serie de vídeos instructivos de softball llamados "Ray DeMarini's Reflex Hitting System", que sigue siendo el vídeo doméstico de mayor éxito en la historia de ESPN.
Aprovechando el reconocimiento de su nombre y las ganancias de los videos, Ray dirigió su atención a la creación de un bate de alto rendimiento. Tenía agallas, pero necesitaba un ingeniero o, como dijo Ray, "un científico de cohetes que pudiera construir un imperio con calderilla".
Mike Eggiman, amigo de Ray e ingeniero de Freightliner, era experto en hacer algo de la nada. Parecía la persona perfecta para ayudar a Ray a construir su imperio con un presupuesto reducido. Pronto DeMarini Sports comenzaría a operar en un granero con piso de tierra. "No había calefacción", recuerda Ray, "pero de vez en cuando sentíamos el aliento caliente de una vaca detrás de nosotros".
Los dos tuvieron un gran éxito con su operación en equipo, y a medida que la empresa crecía su dinámica de colaboración se mantuvo igual. Con Ray al timón y Mike como Ingeniero Jefe, DeMarini Sports pasó a ofrecer una serie de primicias en la industria: el primer bate juvenil de alto rendimiento, el primer bate multipared y el primer bate de alto rendimiento para jugadores masivos.
Mientras los ejecutivos corporativos de la competencia se relajaban en lujosas oficinas, Ray dividía su tiempo entre una oficina sin ventanas junto a una jaula de bateo y el campo, golpeando pelotas hasta 6 horas al día.
Ray era la personificación de la dedicación enfermiza. Incluso después de que le diagnosticaran una rara forma de cáncer en 1998, Ray siguió trabajando. Cuando el cáncer acabó con su ojo, seguía en el campo golpeando con un parche en el ojo.
La intensidad y el empuje de Ray siguen siendo hoy el núcleo de la empresa. Desde una choza con suelo de tierra hasta el complejo industrial actual de 80.000 pies cuadrados, DeMarini sigue marcando hitos a un ritmo del que Ray se sentiría orgulloso.
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